Cuando los actuales propietarios se mudaron aquí, algo les incomodó profundamente.
No era la casa. Ni el entorno. Ni los vecinos.
Era otra cosa. Te lo cuento al final.
Pero antes, imagina esto:
Vuelves de la ciudad mientras se bajan tus pulsaciones.
Abres la puerta de tu garaje privado donde caben 4 coches sin hacer malabares. Sales del coche y respiras profundo.
El olor del césped recién cortado, la sombra de los árboles frutales, el silencio que te arropa.
Sabes que estás en casa. Y lo sabes sin pensarlo. Lo sientes.
Entras.
El salón, con su chimenea encendida en invierno o abierto al jardín en verano, te recibe con la calidez de las cosas que importan.
A tu izquierda, un despacho independiente, para que puedas trabajar sin necesidad de invadir tu dormitorio.
Porque trabajar al lado de la cama es algo que desgasta más de lo que parece.
Tres dormitorios más para que tus hijos tengan su espacio sin agobiarse.
Y tú, una suite de 38m² con baño privado, vestidor y sitio de sobra para que vivir en pareja sin pelearte por quien tiene más sitio en el armario.
¿Tienes ganas de celebrar?
Puedes hacerlo al aire libre, en el cenador o junto a la barbacoa, y si un chaparrón repentino o el frío te sorprenden, bajas al sótano y sigues la fiesta.
Con barra de bar profesional, zona de juegos, gimnasio, salón adicional y un aseo, nada te estropeará el momento.
Porque en esta casa, cualquier plan siempre tiene plan B.
Fuera tienes una piscina privada circular de 6x6, cenador bajo enredaderas, barbacoa de obra, trastero, leñeras, caseta para el perro y un huerto donde enseñarles a tus hijos que las cosas buenas se cultivan con paciencia.
Aquí, los hijos de los propietarios jugaron al pilla-pilla, jugaron al escondite, construyeron castillos de arena, recogieron piedras como si fueran tesoros y aprendieron a montar en bici.
Una infancia como las de antes. Sin pantallas. Con historias que nunca se olvidan.
Calefacción por gas natural, aire acondicionado, bomba de calor.
Todo listo para entrar a vivir. Sin obras. Sin líos.
¿Qué perturbaba a los propietarios al principio?
El silencio.
Tanto, que durante las primeras noches no podían dormir.
Pero enseguida lo entendieron: eso que les inquietaba era justo lo que llevaban años buscando.
Ahora, la vida les pide cambiar.
Sus hijos han volado del nido.
Es demasiada casa para dos. Y como todo en la vida, toca evolucionar.
Lo inteligente es dar paso a una nueva etapa.
Ahora te toca a ti.
Que tus hijos vivan una infancia con recuerdos que no se borran.
Que tú vivas los días como si fueran tuyos.
Porque esta no es solo una casa.
Es una casa con vida que da vida a tu familia.
¿Es negociable el precio?
No. Porque quien lo entiende, no regatea.
Paga y se lleva la vida que otros solo imaginan.
Abstenerse buscachollos, pierdetiempos e inversores somnolientos del €/m².
Si tú sí lo entiendes, llama ya.
Porque las casas que de verdad valen la pena, no esperan a indecisos.
Escribe tu dirección. Obtén al instante tu valoración GRATUITA