No todos los pisos son iguales.
Algunos no necesitan levantar la voz para dejar claro lo que son: espacio, luz y señorío, construidos en tiempos donde la calidad era desde el primer ladrillo.
En plena Alameda de San Antón, se alza esta torre independiente que mira la ciudad desde otra perspectiva, abierta y limpia.
Aquí no hay pisos interiores ni paredes compartidas en exceso.
Aquí hay 170 metros útiles, 200 construidos, diseñados para respirar. Salón en dos cuerpos, salita de estar para escapar del ruido, cuatro dormitorios, dos baños, cocina amplia y lavadero mirando al cielo. Doble entrada, techos altos, ventilación cruzada real y una plaza de garaje cerrada en los bajos del edificio que hoy es más valiosa que nunca.
La luz entra como debe. El aire corre sin pedir permiso. Las vistas abiertas a la Alameda de San Antón son un lujo silencioso que acompaña cada día.
Y hablando de la Alameda: no es una calle más.
Durante siglos fue el paso de reyes en carruaje hacia Madrid, flanqueada por álamos que estaban prohibidos cortar salvo orden real. Era, y sigue siendo, una arteria de vida. Hoy, en su entorno, late uno de los barrios más deseados de Cartagena: un paseo al casco histórico, a centros comerciales, colegios y todo lo que da sentido al día a día.
Este piso no es un capricho. Es un espacio para vivir de verdad.
Grande, luminoso, sólido.
De los que ya no se construyen. De los que no se olvidan.
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